Christopher Nolan ha dirigido El caballero oscuro porque creía que
podía superar Batman begins, y lo ha
conseguido, a pesar del excelente prólogo que supone su antecesora. Esta
entrega no desenlaza con un elemento totalmente abierto como la carta del Joker, sino que cierra magníficamente
como una declaración de intenciones, donde se focaliza por encima de todo el
significado de la existencia de Batman.
Christian Bale sube un eslabón interpretativo
en esta secuela, donde se cuestiona sus principios y escala de valores, viendo
en qué se ha de convertir para vencer a su enemigo. La perdida de Rachel supone una carga más,
característica del personaje, sobre el precio a pagar por su legado, justificando
así una vez más, el deseo de total control y responsabilidad sobre sus actos.
Gary Oldman, Michael Cane y Morgan Freeman
repiten respectivamente como James Gordon,
Alfred Pennyworth y Lucius Fox, en lo que conforma a falta
de una definición mejor, un casting de auténtico lujo. Eric Roberts desarrolla notablemente el papel de Salvatore Maroni, sucesor de Carmine Falcone en la familia criminal
de Gotham, y en cuanto a Cillian Murphy, aparece nuevamente al
inicio de la película como Espantapájaros,
favoreciendo la continuidad. En ese aspecto y como punto negativo, el
personaje de Rachel Dawes lo
protagoniza Maggie Gyllenhaal, en
lugar de Katie Holmes. No obstante, el
cambio ha sido hacia mejor, conformándose como mejor compañera de Bruce tanto por edad como a nivel
interpretativo.
Aaron Eckhart aprueba como Harvey Dent debido a su porte y elegancia,
que encajan perfectamente con el personaje, cuya dualidad se hace visible desde
el primer instante, a pesar de su aparente integridad y convicción. El
accidente que lo desfigura supone un antes y un después como gran catarsis,
dejando como paralelismo de su origen el intento de agresión en el juicio
contra Maroni. Paradójicamente, la
explosión donde pierde a su prometida también tiene su raíz en los cómics,
cuando había conseguido recuperarse del incidente con el ácido gracias a la
cirugía. Harvey, impulsado por el Joker, pasa de decidir su propia suerte
a actuar solamente en base a su moneda, objeto imparcial de azar justo.
El caos es
el ingrediente esencial que compone la trama; la incertidumbre reina por
doquier en lo que se refiere al personaje del Joker: desde su origen, hasta el verdadero conocimiento de lo que
habría ocurrido si se llega a accionar el detonador de los ferris. Como en el
cómic, si hay que tener obligatoriamente un pasado, mejor poder elegir entre
varios. Quizás todos son ciertos parcialmente, pero a pesar de ser su identidad
totalmente desconocida, la agresión conocida como la sonrisa del payaso, supone
una decisión acertada a falta del ácido nuevamente como origen. La locura posiciona
irremediablemente a un nuevo nivel.
Heath Ledger ha realizado una interpretación magistral, conformándose como extraordinaria la labor de reconocer al actor. El escepticismo de la primera parte ya no existía con El caballero oscuro: juzgando a su antecesora, era sobradamente conocido que el resultado sería de calidad. Su voz y risa son dignas del personaje a conmemorar, así como su estética y comportamiento, llegando así a la altura del reto con total conciencia de ello desde su segunda aparición. Adoptado desde un prisma de perspectiva distinto, según el patrón del resto de elementos de la visión del director, supone todo un referente.
La adaptación resulta actual y realista, dentro del margen ficticio que otorga el género, no obstante consigue permanecer nuevamente fiel al cómic, sirviendo a modo de inspiración ejemplares tales como La broma asesina, El largo Halloween y de nuevo Año uno, incluso incluyendo detalles de colecciones más recientes como Silencio. Se han cuidado todos los detalles para dar a esta conversión el respeto que se merece.
El nuevo traje satisface una necesidad ergonómica, tanto para el personaje en sí como para Christian Bale: mejor movilidad pudiendo incluso, por primera vez, girar la cabeza. A pesar de perder protección, al quedar las placas que lo componen más separadas, la nueva armadura mejora respecto a la anterior, al estar ideada y diseñada a la altura de las circunstancias, equipada de este modo con la tecnología adecuada. Su nueva condición lo hace vulnerable, pero como Lucius Fox revela, en subjetiva referencia a Catwoman, puede resistir el ataque de un gato.
El visor de
sónar de la capucha dota a Bruce con
las mismas habilidades que un murciélago, siendo la licencia más fantástica que
se permite Nolan en la película,
aunque con perfecta cabida dentro de la tecnología de última era, siempre a
disposición de empresas Wayne. La
reminiscencia a los ojos blancos del cómic queda expuesta, por no mencionar el
paralelismo con el proyecto de telecomunicaciones Omac, cuyo único objetivo es el más integro y absoluto control.
El batmóvil queda
destruido en esta secuela, por lo que el nuevo método de desplazamiento es el
batpod, que emerge despedido del vehículo cuando Batman está posicionado para el salto; se conforma así precisamente
al uso, la estructura de los dos neumáticos delanteros junto a los mandos de
control. Conserva los misiles y los cables tensores que originariamente servían
para tender puentes, tal y como narró Fox
en Begins.
Hans Zimmer y James Newton Howard vuelven a estar a cargo de la banda sonora,
siguiendo con la misma pauta y sello personal definidos para esta nueva saga, aunque
quizás de forma más condicionada y sujeta al contexto en esta ocasión. Al
entrar el Joker en acción, el
conjunto sonoro de la película se ve afectado en consecuencia: los sonidos
estridentes y tensos son crecientes, y parecen desembocar en una explosión ante
su presencia. La épica permanece fiel al legado propuesto, pero las reglas del
juego han cambiado debido a la magnitud del villano.
Christopher Nolan se ha superado a sí
mismo, narrando y exponiendo virtuosamente la historia detrás de las psiques
torturadas de los villanos, sencillamente porque un héroe se define por sus
enemigos. Está sentando las bases de un nuevo género y estilo a seguir, una
fórmula que siempre ha estado ahí pero a la que pocos se han acercado, por la
debida atención que merece. Ante los fríos números de la industria, hace
coincidir taquilla con crítica.
Lo que no
te mata te hace diferente.