Parecía que jamás iba a llegar la
siguiente entrega por cuestiones del estudio y de su producción, pero cuando lo
ha hecho ha sido curiosamente a modo conmemorativo del 50 aniversario del
agente secreto británico por excelencia. Y es que, a pesar de ser un personaje
que sigue permaneciendo fresco e innovador gracias al nuevo rumbo y a Daniel Craig, Agente 007 contra el Dr. No ya data de 1962. Con esta son un total
de 23 películas y cinco más los actores que han interpretado al personaje: Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore,
Timothy Dalton y Pierce Brosnan. Son míticos pues los ingredientes que han
despertado la expectación y magia de cada película tales como las chicas Bond, los gadgets de Q, los automóviles y como punto final el
tema principal de los créditos, que en esta ocasión ha contado majestuosamente
con Adele.
Todo y que en las dos anteriores
entregas Q no hace acto de aparición,
a pesar del uso de dispositivos de alta tecnología desarrollados por la
subdivisión de I+D del MI6, para Skyfall el personaje regresa con la nueva
cara del actor Ben Wishaw; otra nueva
incorporación al casting es la de Ralph
Fiennes, cuya presencia en una película siempre se agradece. La voz de la
experiencia da paso a la impetuosidad de la sangre joven, con un total control y
habilidad de la tecnología y herramientas informáticas actuales como medios
principales; con un gran sentido de la auto-crítica con carácter rompedor de lo
establecido, al igual que sucede con el ya extinto mezclado, no agitado, Martini
con Vodka, la ayuda y soporte de Q adopta
también un tono actual de realismo. Para esta ocasión es la compañía femenina la que
brilla por su ausencia, a diferencia precisamente del resto de la saga, siendo
contadas las apariciones y tratadas de forma directa según su cometido sin
desarrollo alguno. El juego hábil que se produce con estos elementos es
curiosamente lo más significativo a nivel de la importancia que reside en los
pequeños detalles, en cuanto a seña de identidad de la nueva estética.
Si Quantum of solace es, por primera vez en una entrega, secuela
directa dada su perfecta continuidad respecto a Casino Royale, esta vigésima tercera parte supone nuevamente un
punto aparte. Esta característica no solo viene dada por la ausencia de
referencias a las dos anteriores, sino por el pequeño gran detalle de la
ausencia de Mr. White, personaje en
las sombras que ha servido de perfecta cohesión en la trama. Como punto de
partida que resulta constante a posterior, la pérdida de facultades del agente
doble 0 conforma lo que parece ser desde un inicio el punto final de la saga,
suponiendo estas condiciones un reto para el desarrollo de la misión y la
validez de su estado, al tener que demostrar nuevamente desde cero sus
aptitudes y valía. Las grandes conspiraciones y organizaciones pasan página al
centrar la atención de la historia en un terrorista que inspira el temor más
primario dada su naturaleza, y cuyos propósitos van más allá de lo
inimaginable, siendo sus motivos totalmente personales y viscerales, a pesar de
parecer lo contrario en un principio.
Silva, el personaje interpretado por Javier Bardem, da mucho juego a la película, a pesar de estar sobreactuado;
recuerda en ocasiones, aunque las comparaciones sean odiosas, a otros
personajes de licencias ajenas. En cualquiera de los casos, la puesta en escena
es notable y la propuesta presentada como ex agente extralimitado en sus
funciones y traicionado por M, papel
el cual Judi Dench toma por séptima
vez, en consecuencia es excelente. El paralelismo con el propio Bond es evidente porque este podría
haber sufrido el mismo destino que su antagonista, compartiendo así el camino
de modo opuesto como ratas adaptadas para sobrevivir, como propone la trama; esta
siempre es la perfecta definición de la relación del supuesto héroe con su Némesis. Está desaprovechado en cuanto a
las confrontaciones con 007 se trata,
que no van más allá de escasos careos y enfrentamientos verbales, cuando habría
sido realmente emocionante una lucha entre dos agentes cuya época dorada no es
más que un mero recuerdo y el sentimiento que les domina es el de una ira
provocada por su sentimiento de traición. Acertado el hecho de estar
desfigurado, como característica final a resaltar de villano de la saga en este
caso, haciéndolo único e incluso pudiéndose tomar como referencia.
El desenlace de la película es
sorprendente, no solo por sus acontecimientos sino por las referencias del
universo James Bond y la
introspección de la historia e origen del personaje junto a la forma de enlazar
elegantemente con las bases que han cimentado todas sus entregas; como único
punto negativo la pérdida de ritmo en este tramo de tiempo. Siendo casi una
labor imposible decidir cuál es la mejor de todas, lo que es seguro es afirmar
que esta entrega vuelve a cumplir los requisitos de introducción e innovación de
Casino Royale, habiendo sido Quantum of solace un perfecto
interludio.
My name is Bond, James Bond.