miércoles, 31 de octubre de 2012

Skyfall


Parecía que jamás iba a llegar la siguiente entrega por cuestiones del estudio y de su producción, pero cuando lo ha hecho ha sido curiosamente a modo conmemorativo del 50 aniversario del agente secreto británico por excelencia. Y es que, a pesar de ser un personaje que sigue permaneciendo fresco e innovador gracias al nuevo rumbo y a Daniel Craig, Agente 007 contra el Dr. No ya data de 1962. Con esta son un total de 23 películas y cinco más los actores que han interpretado al personaje: Sean Connery, George Lazenby, Roger Moore, Timothy Dalton y Pierce Brosnan. Son míticos pues los ingredientes que han despertado la expectación y magia de cada película tales como las chicas Bond, los gadgets de Q, los automóviles y como punto final el tema principal de los créditos, que en esta ocasión ha contado majestuosamente con Adele.


Todo y que en las dos anteriores entregas Q no hace acto de aparición, a pesar del uso de dispositivos de alta tecnología desarrollados por la subdivisión de I+D del MI6, para Skyfall el personaje regresa con la nueva cara del actor Ben Wishaw; otra nueva incorporación al casting es la de Ralph Fiennes, cuya presencia en una película siempre se agradece. La voz de la experiencia da paso a la impetuosidad de la sangre joven, con un total control y habilidad de la tecnología y herramientas informáticas actuales como medios principales; con un gran sentido de la auto-crítica con carácter rompedor de lo establecido, al igual que sucede con el ya extinto mezclado, no agitado, Martini con Vodka, la ayuda y soporte de Q adopta también un tono actual de realismo. Para esta ocasión es la compañía femenina la que brilla por su ausencia, a diferencia precisamente del resto de la saga, siendo contadas las apariciones y tratadas de forma directa según su cometido sin desarrollo alguno. El juego hábil que se produce con estos elementos es curiosamente lo más significativo a nivel de la importancia que reside en los pequeños detalles, en cuanto a seña de identidad de la nueva estética.


Si Quantum of solace es, por primera vez en una entrega, secuela directa dada su perfecta continuidad respecto a Casino Royale, esta vigésima tercera parte supone nuevamente un punto aparte. Esta característica no solo viene dada por la ausencia de referencias a las dos anteriores, sino por el pequeño gran detalle de la ausencia de Mr. White, personaje en las sombras que ha servido de perfecta cohesión en la trama. Como punto de partida que resulta constante a posterior, la pérdida de facultades del agente doble 0 conforma lo que parece ser desde un inicio el punto final de la saga, suponiendo estas condiciones un reto para el desarrollo de la misión y la validez de su estado, al tener que demostrar nuevamente desde cero sus aptitudes y valía. Las grandes conspiraciones y organizaciones pasan página al centrar la atención de la historia en un terrorista que inspira el temor más primario dada su naturaleza, y cuyos propósitos van más allá de lo inimaginable, siendo sus motivos totalmente personales y viscerales, a pesar de parecer lo contrario en un principio.


Silva, el personaje interpretado por Javier Bardem, da mucho juego a la película, a pesar de estar sobreactuado; recuerda en ocasiones, aunque las comparaciones sean odiosas, a otros personajes de licencias ajenas. En cualquiera de los casos, la puesta en escena es notable y la propuesta presentada como ex agente extralimitado en sus funciones y traicionado por M, papel el cual Judi Dench toma por séptima vez, en consecuencia es excelente. El paralelismo con el propio Bond es evidente porque este podría haber sufrido el mismo destino que su antagonista, compartiendo así el camino de modo opuesto como ratas adaptadas para sobrevivir, como propone la trama; esta siempre es la perfecta definición de la relación del supuesto héroe con su Némesis. Está desaprovechado en cuanto a las confrontaciones con 007 se trata, que no van más allá de escasos careos y enfrentamientos verbales, cuando habría sido realmente emocionante una lucha entre dos agentes cuya época dorada no es más que un mero recuerdo y el sentimiento que les domina es el de una ira provocada por su sentimiento de traición. Acertado el hecho de estar desfigurado, como característica final a resaltar de villano de la saga en este caso, haciéndolo único e incluso pudiéndose tomar como referencia.


El desenlace de la película es sorprendente, no solo por sus acontecimientos sino por las referencias del universo James Bond y la introspección de la historia e origen del personaje junto a la forma de enlazar elegantemente con las bases que han cimentado todas sus entregas; como único punto negativo la pérdida de ritmo en este tramo de tiempo. Siendo casi una labor imposible decidir cuál es la mejor de todas, lo que es seguro es afirmar que esta entrega vuelve a cumplir los requisitos de introducción e innovación de Casino Royale, habiendo sido Quantum of solace un perfecto interludio.


My name is Bond, James Bond.

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