Hoy se ha presentado en La casa del llibre del Passeig de gràcia
de Barcelona el libro Las marcas buenas
venden más y las buenas personas duermen mejor de José María Batalla, donde Pedro
García Aguado ha introducido e iniciado el evento; es un gran título aunque
lamentablemente quien no pueda dormir por la noche lo hará por el día. El campeón
de waterpolo ganó la medalla de plata en las olimpiadas de Barcelona de 1992 y
de oro de Atlanta en 1996; debido a sus adicciones, en 2008 publicó su libro
autobiográfico Mañana lo dejo:
confidencias de un campeón olímpico que venció a las drogas y al alcohol.
Tuvo un antes y un después en su
vida, y con todo lo alto que es cayó, y por lo tanto no es un tema que
precisamente se tome a la ligera; de hecho lo tiene completamente en
consideración y cumple totalmente a rajatabla su cometido para que no vuelva a
suceder. Al invitarnos en la sala a quedarnos después de la presentación, anunciando
que iban a servir cava para celebrar el lanzamiento del libro y así poder
charlar con el público, ha bromeado diciendo que se desmarcaría de lo primero. Actualmente
sigue con el programa Hermano mayor, habiendo
realizado también otro similar, El
campamento, ayudando en ambos a jóvenes conflictivos. Al oírlo hablar, queda
patente que su labor humanitaria va más allá de lo que se pueda entrever por los
medios de comunicación, a juzgar por las organizaciones en las que interviene y
su forma de ser.
Al situarme a su lado le he
preguntado cuanto medía: 192 cms. Aún así le supero, a pesar de su intento de
alzarse; tal y como estaba comentando la propia Sonia Cervantes, psicóloga de Hermano
mayor, nunca había visto que alguien que se hiciera foto con él le
sobrepasara. Me he despedido de él diciéndole literalmente que menudos huevos
que tiene, en todos los sentidos que abarca la frase. También he hablado con Sonia acerca de los evidentes daños
colaterales que deben sufrir en el programa, y es que las crisis de ansiedad no
siempre hacen acto de aparición delante de la cámara. Como factor común de
todos los casos, si la educación siempre fuera la necesaria y correcta, quizás
por suerte el programa no tendría mayormente razón de ser.
Sigo siendo un enfermo adicto pero es una segunda piel que no me
molesta.
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