Mejor será irse acostumbrando a
ver el año de la película al lado del título porque el cine se está quedando
sin ideas. Si bien es cierto que la película generaba pocas expectativas, la
sensación de desagrado o mejor dicho de indiferencia hacen pensar qué habría
sucedido si se hubiera albergado cierta esperanza. No se trata del respeto a
las originales, sino del poco convencimiento que desprende el producto final;
de hecho es difícil abrirse de mente y dejar de lado el pasado cuando las
referencias, aunque desacertadas, son continuas.
La trilogía de Robocop es atemporal, su composición no
envejece con el paso del tiempo salvo algún detalle anecdótico, y el hecho de
haberla presentado inteligentemente en un futuro cercano sin concretar
contribuye a ello. Esta nueva entrega pretende justificar y explicar
innecesariamente con efectos especiales, lo que ya se presentó elocuentemente
en su día, lamentablemente sacrifica la magia en el proceso. Incluso giros de
la trama que al principio podían aparentemente llamar la atención, tal y como
que la esposa e hijo de Murphy sigan
sabiendo de su existencia desde su concepción como el policía cyborg, han conformado
una parte del argumento conducida al fracaso estrepitosamente.
Joel Kinnaman como Alex
Murphy resulta un despropósito, no solo no transmite empatía alguna sino
que ejerce un rol totalmente lineal, y no por desprender una lágrima como
novedad respecto a la original se torna más dramática y trágica la trama. Afortunadamente,
Gary Oldman y Michael Keaton consiguen subir las tablas interpretativas, respectivamente
como doctor Dennett Norton y Raymond Sellars, presidente de Omnicorp. Abbie Cornish cumple en su papel de Clara Murphy, incluso resaltando más que él, algo por otra parte no
muy difícil de lograr.
La aparición de Samuel L. Jackson como Pat Novak es anecdótica, dado que
aparece escasamente durante la película y solo en el marco de un programa
sensacionalista convenientemente manipulado. Interactúa puntualmente con alguno
de los protagonistas directa o indirectamente, convirtiendo su aparición en una
parodia excéntrica y lamentablemente tomando el eje del inicio y final de la
película, ridiculizando incluso los créditos iniciales. Jackie Earle Haley como Rick
Mattox, asesor militar a sueldo de la OCP,
no obstante, encaja a la perfección en la historia y resulta fresco como nuevo
personaje.
El argumento comparte similitudes
con el original, a pesar que lo relativamente poco innovador que intenta introducir
no convenza y resulte insuficiente o erróneo. Los nuevos enfoques de hecho quiebran
y dañan por completo el juego que podría haber dado la película; un ejemplo de
ello son las instalaciones de Robocop,
cuya localización es la sede de OCP y
no la comisaría, que es donde deberían residir al tratarse de un policía. En
concreto y precisamente por detalles así, da la sensación que han querido
reafirmar y exponer al personaje como un superhéroe al uso para el público
general. No sería sino inentendible la motocicleta como único método de
transporte, que está aparcada en una plataforma convenientemente ubicada, y la
cual conduce a través de pasillos al exterior como si el emerger de la batcueva se tratase. Por supuesto el
protagonismo de dicha individualidad suprime por completo la patrulla con su
compañero masculino Jack Lewis, el
cual supone la nefasta sustitución de Anne
Lewis. A propósito de ello, también se ha cambiado el sexo pero no la raza
del comisario Warren Reed del
departamento de policía de Detroit, al cual no han conservado el apellido
aunque desempeñe claramente el mismo rol.
El diseño del exoesqueleto es
negro, dejando de lado al plateado más que conocido de las películas y series,
como prototipo inicial de pruebas y traje final para el desenlace de la
película. Se trata de robótica ágil y ligera, que deja de transmitir la
sensación pesada y robusta que intimidaba a nivel audiovisual, y que
precisamente transmitía ese característico realismo para hazaña de Peter Weller. Volviendo al hecho de que
hayan querido confirmarlo como superhéroe y alejarlo de todo rastro de
personaje oscuro y violento, está la clasificación de la edad para la película,
y es que la puesta en escena de Robocop
no es que no sea agresiva, es que es ridícula. No creo que sea necesaria la
intervención de robótica futurista en las calles para que el instrumento de
amenaza sea un teaser eléctrico; siendo alegado además por el mismo agente, que
de proceder a su uso, la supuesta víctima puede perder total control de su
cuerpo y sistema digestivo.
Aún así, a pesar de mostrar un
lado más accesible para todos los públicos y menos suburbial, curiosamente hay
escenas donde aparece Murphy con los
órganos internos expuestos, paso intermedio de nuevo entre lo ridículo y lo
espectacular. Otros fragmentos de la película son directamente un sin sentido, tal
y como la confrontación con la organización criminal culpable de su asesinato: usan
gafas de visión nocturna en la oscuridad, dando por hecho que él no tiene
visión térmica, a pesar que puede detectar automáticamente un criminal a
distancia contrastando su fisonomía de la cara con grabaciones de la base de
datos. Un desperdicio en cualquier caso la escena en sí, al tratarse de la resolución
de su propio caso y de la venganza sobre su ejecutor.
En la obra original del magnífico
director Paul Verhoeven, Alex es acribillado, mutilado y
deteriorado salvajemente sin remedio en un tiroteo, ingresando muerto en las
dependencias donde es tratado. En esta reinvención del personaje, es víctima de
una explosión, pero a pesar de quedar disminuido e invalidado para el resto de
sus días, es claramente un error de producción con reminiscencias al pasado que
se le declare como fallecido en la película. También es inentendible que a
pesar de aparentemente resultar más ileso que en la original, hayan conservado
menos cuerpo humano para el exoesqueleto, a pesar que la apariencia del traje incite
a una sensación contraria por su confección y mano desnuda. En la película de
1987, a pesar que su sistema digestivo fuera extremadamente básico y a
diferencia de esta, estómago tenía, y aunque finalmente no lo conservaran,
también le salvaron el brazo.
En principio el hecho de que
conserve exclusiva y únicamente la mano, es debido a un vacío legal por el cual
no se permite que un dispositivo mecánico con inteligencia artificial abra
fuego, aunque sea una articulación controlada por conciencia humana. Supone
otro gran error esta conjetura, dado que el senador Hubert Dreyfuss no
permite la acción de robots en las calles, pero una vez dicha ley es derogada
por la presencia de Robocop, se
convierte en un sin sentido este planteamiento. Al tratarse de un humano dentro
de una máquina, y haber resultado altamente eficiente tanto en el cumplimiento
de la ley como en la aceptación de los ciudadanos, los ED 209 son desplegados y la mano ya no supone un elemento necesario;
sin embargo, no es sustraída a pesar de significar un punto débil.
En cuanto a la acción hay una
escena que particularmente me ha gustado, en la que para enfrentarse a varios ED 209 lanza su moto y la estrella contra
uno de ellos, para después de la sorpresa táctica pasar a meterse entre sus patas
para que el resto no tenga un tiro claro y se dañen entre ellos. La idea se
ejecuta bien y es efectiva hasta que se pasa a un formato de primera persona
digno de videojuego, y luego se denota que lo que se promocionaba como un
sistema antitanque diseñado para pacificación urbana, a la práctica es dañado
de gravedad por apenas unos escasos disparos. El nuevo modelo no inspira el
temor y miedo que el original, que en la primera toma de contacto con Robocop ya lo había dañado
irremediablemente para el resto de la película, obligándolo a huir del mortal y
superior armamento. Aún así, es la adaptación menos desacertada de la película,
a pesar que al inicio de ella salgan hablando en árabe en Teherán; aunque sea
realista, se debería prestar especial atención a qué aspectos no son esenciales
para mostrar en la película.
La predisposición para actualizar
la historia de forma realista podría haber servido para solventar algunos
puntos que suponían una debilidad en la ficción de la primera: teniendo en
cuenta que como novedad, la movilidad del casco de Robocop le descubre la cara con facilidad, habría sido conveniente
que para las situaciones de amenaza le cubriera por completo, incluyendo la
boca. De hecho hay una escena donde se protege con el brazo, detalle importante
a tener en cuenta que pasa inadvertido, a pesar que no sea algo innovador. Aunque
sea reiterarse, las referencias son continuas aunque algunas de ellas
imperceptibles, pero se desarrollan de forma atropellada, incluso dando la
sensación que la trama transcurre lenta en ese aspecto hasta el último tramo de
película.
La banda sonora brilla por su
ausencia, situación preferible teniendo en cuenta que cuando toma protagonismo tanto
en los créditos finales como puntualmente en la acción, está constituida
básicamente por temas musicales dignos de parodia. La sombra de la trilogía se
alarga por última vez, acechando sobre la película con el tema original de Basil Poledouris, difícil de olvidar por
la importancia que ejercía y porque precisamente suena en este remake, aunque
sea de forma totalmente forzada. Incluso el magnífico Leonard Rosenman con la banda sonora de la segunda parte, consiguió
lograr una marca propia digna de la franquicia, siguiendo la estela de Poledouris.
El crimen tiene un nuevo enemigo, la película también.
Se están aventurando a hacer muchos remakes y eso no siempre es bueno. En el caso de RoboCop, se nota que no tiene el carisma de la peli del 87 pero aún así no es del todo mala, será porque no me esperaba nada bueno de ella...
ResponderEliminarEs que para que te hagas una idea, las originales las tengo al mismo nivel que tú las de Superman, jaja. Lo dicho, siempre será mejor una secuela o precuela que un remake, aún así miedo me da...
Eliminar