Leticia Dolera es María de
las Montañas, una chica de treinta años que en una entrevista de trabajo se
encuentra ante una aparentemente fácil cuestión pero con difícil tesitura: si
se considera una persona normal. La respuesta es obvia dado su interés en el
puesto a cubrir, sin embargo en cuanto es cuestionada por los requisitos que
ella entiende para lograr tal condición, se percata que a pesar de citarlos no
cumple ninguno: trabajo, casa, pareja, vida social, aficiones, vida familiar y
ser feliz. Su viaje personal ante tal planteamiento se ve condicionado cuando
conoce a Borja, con el que comparte
un parecido modo de vida, hecho que contribuirá a que se ayuden mutuamente a
adelgazar y cumplir dichos requisitos. Con este sencillo planteamiento, da
inicio la primera película escrita y dirigida por la actriz catalana.
La premisa denota calidad dada su
originalidad, pero es la adecuación correcta de las situaciones lo que hace
desenvolverse con ritmo la trama. Es una historia de amor con un componente
fuerte de sátira cómica social, donde se enfatizan los roles desarrollados y
los límites invisibles por los que los personajes consideran que se deben
sentir pautados. La crítica está servida con contundencia, jugando hábilmente
con los tópicos preconcebidos referentes a las relaciones sociales, desde las
declinaciones personales al supuesto y debido comportamiento a desempeñar según
el círculo al que se pertenece.
Detalles como que el concepto de
jugar a la consola sea sacar el polvo a la Master
system de Sega, y la dirección en
sí misma de la película, mostrando los requisitos en todo personaje que aparece
en la misma, incluyendo un perro, no hace más que confirmar que no solo la
interactuación es total, sino que la empatía se convierte en una seña de
identidad. No solo es destacable la construcción de los personajes sino el
cariño con el que estos han sido tratados. El cameo de Paco Plaza como transeúnte asaltado por María vestida de galleta para perros es una delicia, aunque no
exista una escena del momento samurái con amputación del dedo incluida.
Las denominadas personas normales
están en peligro de extinción, si es que han llegado a existir de un modo u
otro, al estar su concepción prácticamente asociada al entorno. Se trata de una
cuestión de personalidad, libertad y la importancia atribuida al deseo de encajar
en consecuencia. Dolera es hábil con
el golpe de efecto, constatando que existe quien considera que haga lo que haga
no será “normal”, y en su genial individualidad, opta deliberadamente por
tampoco querer serlo.
La banda sonora corre a cargo de Luthea Salom, entre otros artistas, donde
Dolera hace una pequeña intervención
en los créditos finales. La ambientación sonora ha ayudado a crear el perfecto
contexto alternativo, dada la naturaleza del escenario, cuyo apartado denota el
notable cuidado que se ha reparado para que ejerza otro rol de protagonismo
dentro de la película.
Ante la imperiosa necesidad de existencia
de etiquetas sociales, Requisitos para
ser una persona normal supone una original película con conceptos frescos,
cuyo estreno en la dirección seduce a esperar una secuela para conocer más
acerca de la vida y historia de sus personajes. El cine necesita más películas
así, hechas desde el cariño y con una gran personalidad, que invitan
automáticamente a ser respaldadas por el público.
Advertencia: ser una persona normal no condiciona necesariamente la
felicidad.
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