viernes, 15 de febrero de 2013

La jungla: un buen día para morir


John McClane siempre ha estado en el lugar y el momento equivocados, pero en esta ocasión y más que nunca, es él quien busca los problemas. El anti-héroe americano deja su terreno de juego habitual para dirigirse a Moscú, donde su hijo Jack, interpretado por Jai Courtney, está encarcelado como preso político. Dado el punto en el que se encuentra la saga, la idea es buena pero no ha sido aprovechada como se debería, a pesar del juego que podría haber dado en todos los aspectos tener a medio ejército ruso pisando los talones a los McClane, tal y como parece proponerse inicialmente. La trama, que resulta forzada, gira en torno a una conspiración política relacionada estrechamente con la guerra nuclear y aparentemente, da la sensación que para no reflejar el guión simple que se ha escrito para la película, se producen varios giros argumentales inexplicables. Como parte de la franquicia que forma y por lo tanto, dadas sus expectativas, puede situarse directamente en último lugar; sin embargo, como película de acción cumple con su propósito, aunque sin destacar ni innovar especialmente en ningún aspecto y resultar corta en duración.


Bruce Willis debería de haber sido sin duda el protagonista absoluto de la película al retomar el papel por quinta vez, pero la historia y las escenas de acción no parecen estar conducidas por él. Todo y que la aventura de padre e hijo es efectiva, parece la primera vez que el coprotagonista es la causa de todo lo que sucede, como si fuera mejor y superior en aptitudes y se le hubiera pasado el relevo por ello. A pesar de que pueda parecer el paso lógico, se está volviendo en el séptimo arte una fea costumbre introducir como elemento atractivo la descendencia de los protagonistas, sobre todo si hace sombra a quien debería de ser el personaje principal. Jack McClane cumple con el arquetipo de héroe de acción, y más tratándose de un espía, pero no tiene el carisma y apego necesarios, y por lo tanto, se le da demasiada relevancia pareciendo que todo gira en torno a él. Lo mismo sucede con los enemigos y el antagonista elegido para la ocasión, que todo y que mejora según transcurre la historia, no llama la atención y resulta lineal.


La película no muestra la mejor imagen de Rusia, pero lamentablemente este punto de vista se corresponde con la realidad y por lo tanto resulta acertado. Las escenas de acción están bien llevadas a cabo, aunque no destacan especialmente por su originalidad y la variedad de los escenarios donde suceden, salvo algún caso puntual como Chernóbil, que se vuelve interesante pero sufre una sobresaturación de efectos digitales y tiempo bala. En cuanto a la parte divertida característica del género perdido de acción-comedia, pueden resultar efectivos y lograr su objetivo algunos comentarios y conversaciones concretas, pero por lo general no llegan a la calidad esperada. Por otra parte hay puestas de escena que carecen de sentido o resultan vacías al no aportar nada a la historia, incluso pudiendo confundir acerca de la construcción de los personajes, cuya personalidad no ha sido bien ideada y estructurada.


Apenas hay continuidad y referencias notables respecto a la trilogía, salvo algún comentario genérico sin profundizar y es que, si un taxista ruso puede cantar New York de Frank Sinatra, y puede reproducirse si se presta atención el himno de la alegría de Beethoven, debería haber aparecido Holly Gennaro en la escena final, con la familia al completo reunida tal y como se puede llegar a prever con falsas esperanzas dadas las circunstancias. Mary Elizabeth Winstead repite como Lucy McClane, y a pesar de aparecer brevemente, se aprecia el interés de conectar al menos con la anterior entrega.


La banda sonora es compuesta por segunda vez por Marco Beltrami, pero si en La jungla 4.0 usaba con elegancia y respeto el tema original de La jungla de cristal de Michael Kamen, para esta ocasión no ha llamado la atención en este apartado. A pesar que es la primera vez que el protagonista pisa Europa y dada la temática, el score es lineal y por lo tanto, acorde a las escenas de acción. John Moore no ha tratado esta película con la importancia que debía, teniendo en cuenta la saga a la que pertenece y el nombre que tiene, conformando parte de la historia de una de las películas de acción por excelencia de la vieja escuela, a pesar de que la canción elegida para los créditos finales encaje para este cometido: Doom and gloom interpretada por The rolling stones.


Padre e hijo juntos en el infierno.

viernes, 1 de febrero de 2013

Hitchcock


El hogar de Ed Gein da inicio a esta adaptación del libro Alfred Hitchcock and the making of Psycho, donde el maestro del suspense da la bienvenida a los espectadores a la historia de lo que supuso el laborioso cometido de llevar a cabo la más representativa película del cineasta: Psicosis. Si bien los atroces asesinatos descubiertos provocaron un gran revuelo y agitación social, también inspiraron nuevas ideas para la ficción y atrajeron nuevos intereses, a pesar del inicial rechazo general. La diversión estaba servida por primera vez en su forma más transgresora y lamentablemente, por ello nadie apostaba por su éxito, hecho que conllevó a que la sorpresa posterior la hiciera aún más grande si cabe.


Anthony Hopkins, como es de costumbre, realiza una excelente interpretación del director, dentro de un reparto de casting de lo más acertado y personalizado para la ocasión. Helen Mirren realiza el papel de Alma Reville, la esposa de Alfred Hitchcock, que lo acompaña conformando una perfecta pareja, cuyas desavenencias personales y sentimentales toman gran parte del protagonismo de la película, quizás incluso dedicando más tiempo de lo convenido en este aspecto; en cualquier caso, a pesar de lo que se busque con esta película, no hay que olvidar que está basada en el libro y no en los hechos en sí. Scarlett Johansson, a pesar de parecer que no encajaría de ninguna de las formas en el papel de Janet Leight, aprueba con nota dados sus rasgos similares a los del canon de belleza de la época una vez caracterizada, al igual que Jessica Biel de Vera Miles; merece mención especial James D’Arcy de Anthony Perkins, cuyo parecido y actuación salta a la vista con nota acabando de perfeccionar el plantel original de Psicosis junto a las dos actrices. Michael Wincott juega el rol de Ed Gein, cuya aparición recurrente de villano como actor se agradece una vez más, apareciendo en los sueños y visiones del cineasta, como si de una revelación se tratase dando forma a los pasos a seguir, y sirviendo como excusa para adentrarse en la mente del director, y así poder enlazar las decisiones que toma en base a sus sentimientos.


Las dificultades a la hora de realizar lo que iba a ser en principio su última película, que tuvo que ser financiada por el propio matrimonio a riesgo de perder sus bienes y arruinarse, se centraban principalmente en el desentendimiento y desaprobación de la misma por parte de los estudios y la prensa especializada. Paramount pictures se iba a dedicar exclusivamente a distribuirla, por lo que el interés en su éxito era ínfimo, y a su vez la censura solo entorpecía la realización, a pesar de que el desagradable rechazo inicial por según qué temáticas solo fuera precedido por su posterior y permanente interés. De esta difícil forma de producción tan individualista, el fruto conseguido no fue el esperado, y se tuvo que trabajar de nuevo con el material final para rehacer la película, esta vez de forma satisfactoria con un estreno promocional de lo más escenificado.


Esta adaptación de la novela Psicosis fue motivada por la necesidad de Hitchcock de romper consigo mismo y de todo cuanto había hecho, y de volver a hacer lo que realmente quería como en sus inicios, a pesar del respaldo y facilidades que habría recibido de seguir por el mismo camino, en vez de innovar con el riesgo excesivo que ello conllevaba. Dada la fuerte personalidad del característico director y las peculiaridades del rodaje, donde quizás se echan en falta más curiosidades, la película tiene un acertado toque de humor ácido.


Respecto a la banda sonora, Danny Elfman no tiene posibilidad en esta ocasión de destacar especialmente, a excepción de créditos tanto iniciales como finales y en alguna escena concreta. En cualquiera de los casos siempre es una elección acertada, teniendo en cuenta como acompaña e introduce con sus composiciones a la historia a exponer, como si de la narración de un cuento se tratase.


El público debe sufrir tanto como sea posible.