John McClane siempre ha estado en el lugar y el momento equivocados,
pero en esta ocasión y más que nunca, es él quien busca los problemas. El anti-héroe
americano deja su terreno de juego habitual para dirigirse a Moscú, donde su
hijo Jack, interpretado por Jai Courtney, está encarcelado como
preso político. Dado el punto en el que se encuentra la saga, la idea es buena
pero no ha sido aprovechada como se debería, a pesar del juego que podría haber
dado en todos los aspectos tener a medio ejército ruso pisando los talones a
los McClane, tal y como parece
proponerse inicialmente. La trama, que resulta forzada, gira en torno a una
conspiración política relacionada estrechamente con la guerra nuclear y aparentemente,
da la sensación que para no reflejar el guión simple que se ha escrito para la
película, se producen varios giros argumentales inexplicables. Como parte de la
franquicia que forma y por lo tanto, dadas sus expectativas, puede situarse
directamente en último lugar; sin embargo, como película de acción cumple con
su propósito, aunque sin destacar ni innovar especialmente en ningún aspecto y
resultar corta en duración.
Bruce Willis debería de haber sido sin duda el protagonista
absoluto de la película al retomar el papel por quinta vez, pero la historia y las
escenas de acción no parecen estar conducidas por él. Todo y que la aventura de
padre e hijo es efectiva, parece la primera vez que el coprotagonista es la
causa de todo lo que sucede, como si fuera mejor y superior en aptitudes y se
le hubiera pasado el relevo por ello. A pesar de que pueda parecer el paso
lógico, se está volviendo en el séptimo arte una fea costumbre introducir como
elemento atractivo la descendencia de los protagonistas, sobre todo si hace
sombra a quien debería de ser el personaje principal. Jack McClane cumple con el arquetipo de héroe de acción, y más
tratándose de un espía, pero no tiene el carisma y apego necesarios, y por lo
tanto, se le da demasiada relevancia pareciendo que todo gira en torno a él. Lo
mismo sucede con los enemigos y el antagonista elegido para la ocasión, que
todo y que mejora según transcurre la historia, no llama la atención y resulta
lineal.
La película no muestra la mejor
imagen de Rusia, pero lamentablemente este punto de vista se corresponde con la
realidad y por lo tanto resulta acertado. Las escenas de acción están bien llevadas
a cabo, aunque no destacan especialmente por su originalidad y la variedad de
los escenarios donde suceden, salvo algún caso puntual como Chernóbil, que se
vuelve interesante pero sufre una sobresaturación de efectos digitales y tiempo
bala. En cuanto a la parte divertida característica del género perdido de acción-comedia,
pueden resultar efectivos y lograr su objetivo algunos comentarios y
conversaciones concretas, pero por lo general no llegan a la calidad esperada. Por
otra parte hay puestas de escena que carecen de sentido o resultan vacías al no
aportar nada a la historia, incluso pudiendo confundir acerca de la
construcción de los personajes, cuya personalidad no ha sido bien ideada y
estructurada.
Apenas hay continuidad y
referencias notables respecto a la trilogía, salvo algún comentario genérico sin
profundizar y es que, si un taxista ruso puede cantar New York de Frank Sinatra,
y puede reproducirse si se presta atención el himno de la alegría de Beethoven, debería haber aparecido Holly Gennaro en la escena final, con la familia al completo reunida tal
y como se puede llegar a prever con falsas esperanzas dadas las circunstancias.
Mary Elizabeth Winstead repite como Lucy McClane, y a pesar de aparecer brevemente,
se aprecia el interés de conectar al menos con la anterior entrega.
La banda sonora es compuesta por
segunda vez por Marco Beltrami, pero
si en La jungla 4.0 usaba con
elegancia y respeto el tema original de La
jungla de cristal de Michael Kamen,
para esta ocasión no ha llamado la atención en este apartado. A pesar que es la
primera vez que el protagonista pisa Europa y dada la temática, el score es lineal
y por lo tanto, acorde a las escenas de acción. John Moore no ha tratado esta película con la importancia que debía,
teniendo en cuenta la saga a la que pertenece y el nombre que tiene,
conformando parte de la historia de una de las películas de acción por excelencia
de la vieja escuela, a pesar de que la canción elegida para los créditos
finales encaje para este cometido: Doom
and gloom interpretada por The
rolling stones.
Padre e hijo juntos
en el infierno.
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