viernes, 5 de junio de 2009

Terminator salvation


La nueva entrega de Terminator supone un punto y aparte dentro de la franquicia. Situada cronológicamente después de los acontecimientos principales de la trilogía, pero anterior a los flashbacks en 2029, rompe totalmente con el concepto de la guerra del futuro, ahora. Los ingredientes de la trama, compuestos anteriormente de persecuciones, han dado paso hacia la más pura supervivencia en el campo de batalla, donde se prioriza el conocimiento del enemigo sobre las demás materias.


Los Ángeles, 2019: la guerra todavía no se libra íntegramente de noche, y tampoco existen los viajes en el tiempo o las armas láser; sin embargo, es el escenario perfecto para narrar las vivencias de Kyle Reese, conocidas en el contexto de la primera entrega. Se muestra el modelo T-600 con piel de plástico, así como las cárceles de reclusión y el origen de la cicatriz de Connor; tampoco faltan la foto de Sarah y sus grabaciones.


Sin embargo, el momento más esperado de toda la película es la primera aparición del modelo T-800, cuyo cameo de la cara más conocida del mismo, aunque digital, era necesario. En ese aspecto, las referencias continuas se han ganado su espacio a buen precio, aunque sea sacrificando levemente la cohesión de la historia; no obstante, hay novedades en cuanto a los modelos de Terminator, destacando la motocicleta y el exterminador acuático.


Christian Bale como John Connor supone la nota interpretativa de la película, junto a Sam Worthington en el papel de Terminator. Bryce Dallas Howard apenas aparece en pantalla, a pesar de cumplir notablemente, condición que supone una postura inteligente al seguir con la continuidad del personaje de Katherine Brewster presentado en Terminator 3: la rebelión de las máquinas, pero relevado a un segundo plano. Lo mismo sucede con Helena Bonham Carter, cuya presencia es anecdótica, siendo desaprovechado el recurso de su implicación con Cyberdyne systems.


La historia de Marcus Wright puede resultar confusa, pero es el único modo de permanecer fiel a la franquicia con el equilibrio de fuerzas, introduciendo de nuevo a un Terminator a favor de la resistencia, reconocible en estética y comportamiento. A pesar que acabe suponiendo una traición, cabe decir que a modo de infiltración su cometido es perfecto, al no tener conciencia de quien es realmente. Todo ello, con el único fin y propósito de conducir a John Connor ante el último modelo de Skynet: T-800.


Anton Yelchin como joven Kyle Reese apenas llama la atención, no siendo su construcción del personaje reconocible con la del soldado enviado del futuro para proteger a Sarah Connor. Michael Ironside, a pesar de no desarrollar un elemento tan importante en la trama, aporta con su interpretación desafiante un nuevo matiz a la historia, poniendo en duda la profecía sobre John como líder de la resistencia.


Lamentablemente la banda sonora pasa inadvertida, a pesar de contar en su composición con el gran Danny Elfman; no obstante llama la atención puntualmente, durante escenas de acción y en su versión del tema principal de Brad Fiedel. Sin lugar a dudas este hecho supone un pequeño gran lastre, teniendo en cuenta la fuerte presencia de este apartado, decisivo en el resultado final de las películas de Terminator.


En cuanto a los temas musicales escogidos, a pesar de no llegar a la elegancia demostrada en la segunda parte, cuya alternativa habría sido desacertada, suena Rooster de Alice in chains y hay un guiño importante con You could be mine de los Guns ‘n’ roses. En ese aspecto, todo y poder parecer forzado, se rinde un excelente homenaje a la época que representan estas canciones en la película.


Para que la correcta valoración de la propuesta sea posible, se torna como requisito incondicional e indispensable tener en un pedestal las dos primeras entregas, obras maestras de James Cameron; la tercera en ese aspecto, apenas es necesaria como mero nexo de unión, en cuanto a composición temporal y situación de los personajes se refiere. Su gran virtud es a la vez su gran defecto, dado que aprovechar las referencias en exceso puede resultar en una falsa emulación de la fórmula que funcionó, lastrando así la calidad del resultado.


Terminator ha vuelto, pero sin Arnold Schwarzenegger, y al no aparecer el personaje que interpreta, sobre el cual recae todo el simbolismo y éxito de la saga, dificulta el reconocimiento de la misma. Su gran punto negativo es no haber aprovechado al máximo todas sus posibilidades, al contrario de Cameron, especialmente como respuesta a la ausencia del absoluto protagonista. Aún así, aprueba como película de acción, profundizando en la historia y mostrando acontecimientos planteados desde 1984.


El fin comienza.

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