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jueves, 4 de diciembre de 2014

El héroe que toda premiere necesita


No suelo creer en las señales, pero es una anécdota que merece la pena ser contada después del éxito, y es que estaba escuchando la banda sonora en vinilo de El caballero oscuro: la leyenda renace cuando me enteré que Christian Bale, Ridley Scott y María Valverde asistirían a la premiere de Exodus: dioses y reyes en Madrid.


La disposición de los elementos me recordaba al estreno de El hombre de acero el año pasado, solo que en esta ocasión la premiere no tendría lugar en pleno centro de la capital, sino en Kinepolis. En cualquiera de los casos, al ser de Barcelona, no es una decisión que pueda tomar a la ligera, pero la presencia del actor galés merecía toda mi atención y empeño en el viaje.


El año 2008 asistí a la premiere de El caballero oscuro, que se proyectó en versión original subtitulada en el cine teatro Coliseum de Barcelona, tres semanas antes de la fecha oficial de estreno. A pesar de carecer de entrada y no tener previsto el evento, en última instancia conseguí no solo entrar, sino posicionarme entre los primeros en hacerlo. Pude acceder al palco, donde nos obsequiaron con palomitas y agua caracterizadas con el símbolo de Batman.


El motivo por el que entonces no consideré si quiera posicionarme en la valla, a pesar de la presencia de Christopher Nolan, Christian Bale, Aaron Eckhart y Maggie Gyllenhaal, fue que no había espacio en primera fila, y las medias tintas en cuanto a posicionamiento se refiere no existen. Tomé como prioridad ver la película, y una vez dentro la proyección de como transcurría la premiere en el exterior, incluyendo la llegada del reparto. Nolan, en el interior del cine con el resto del elenco subido al escenario, remarcó las cifras de taquilla que estaba consiguiendo El caballero oscuro.


Me consta que Christian Bale no se hizo fotos con nadie, a pesar de firmar con su característica petición constante de nombre, hecho que refuerza mi circunstancia de haber asistido solamente para disfrutar de la película, con especial mención al ambiente que se apoderó de la situación. No obstante, la sensación de “tan cerca y tan lejos” volvió a apoderarse de mí, y puede decirse que a día de hoy he cumplido un sueño.


Recuerdo perfectamente cuando Warner bros. pictures anunció en un comunicado oficial que Christian Bale sería Batman, mi personaje de cómic favorito: tuve que buscar en la red de quien se trataba, para darme cuenta que fue quien protagonizó American psycho.


Estaba claro que faceta suya había llamado la atención, dadas las características a cubrir del personaje; no obstante, aproveché cuando se estrenó El maquinista para ir a ver la película de producción española, que precisamente se había rodado en Barcelona, y comprobar al actor en acción. Quedé impresionado por su entrega y dedicación para introducirse en el personaje; de hecho, para el rodaje de la misma, se adelgazó hasta los 55 kg., comiendo solamente al día una manzana y una lata de atún, y bebiendo un café.


Como profesional se ganó mi respeto, pero lo que ha sucedido con la trilogía de El caballero oscuro de Christopher Nolan es histórico: no solo por las entregas en sí mismas, que suponen obras maestras del género, sino por el estilo a la hora de tratar el contenido, y la nueva tendencia que se creó para hacer cine. Nolan también trabajó con Christian Bale en El truco final (el prestigio), excelente película que de nuevo puso en juego la dualidad como subtrama, temática que le atrae especialmente.


El inicio de su carrera protagonizando El imperio del sol en 1987, de Steven Spielberg, no solo mereció los aplausos de la crítica por sus dotes interpretativas, sino que compartió el honor de trabajar, con apenas trece años, con actores de la talla de John Malkovich. No obstante su momento de reconocimiento llegaría recientemente con el Óscar por la película El luchador, donde volvió a bajar considerablemente de peso para el papel; moldear su cuerpo no es algo que preocupe precisamente al actor, a juzgar por el aspecto que consiguió alcanzar con La gran estafa americana.


Bale ha trabajado también con Russell Crowe en El tren de las 03:10, y el hecho de protagonizar el papel de John Connor en Terminator: salvation, franquicia por la que tengo especial predilección, solo hizo que confirmar una vez más la polivalencia del actor; el papel de Moisés en Exodus: dioses y reyes vuelve a ser prueba de ello.


Es curioso el hecho de que ambos actores hayan tomado recientemente el rol de personajes bíblicos, sobre todo teniendo en cuenta que perfectamente se podrían haber intercambiado los papeles, y de hecho casi así sucede, dando por sentada la química entre Ridley Scott y Crowe, quien protagonizó Noé.


Y respecto a estar involucrado en franquicias y películas señaladas, precisamente es digno de mención Ridley Scott, al suponer en ese aspecto una leyenda para el séptimo arte por títulos como Alien: el octavo pasajero, Blade runner, Gladiator, Hannibal y Robin Hood. Sin lugar a dudas, su presencia no solo ha sido imprescindible en la historia del cine, sino que como director, ha tenido la peculiaridad de tomar las riendas en sagas y producciones con gran renombre y repercusión, altamente conocidas en la actualidad a pesar del paso del tiempo.


Escrito esto, y volviendo al caso que me ocupa, no me podía permitir el lujo de no intentarlo. Precisamente ayer vi en directo la premiere que tuvo lugar en Londres, sobrando decir que con mayor presencia de elenco de la película y lamentablemente mejor elegancia y organización que aquí.


Tanto Bale, Scott como María, han llegado a la capital hoy mismo por la mañana, fecha del estreno en marco de la Madrid premiere week, justo a tiempo para comer en el hotel y atender a la rueda de prensa. Salvo la actriz, que vive en Madrid, no han hecho noche en la ciudad y han cogido el vuelo de vuelta después de la premiere; de hecho, han cancelado la reserva que tenían para la cena, precisamente por ese motivo.


Estas condiciones han acotado las posibilidades de tener mi pequeño gran momento, no obstante, ha sido en la propia premiere en Kinepolis, donde ha habido éxito. El extremo frío ha convertido la espera de seis horas en una ardua tarea, y todo y que la estancia en la valla ha sido más cómoda y, apenas representativa de la mitad del tiempo que supuso el día en el estreno de El hombre de acero, el clima ha sido decisivo.


A la llegada de Christian Bale, el actor nos ha atendido directamente al bajarse de la furgoneta. Como es de costumbre, y más después de la espera, la sensación es que ha sucedido todo muy rápido; se ha comportado notablemente a pesar de la presión a la que estaba sometido, hecho por el cual he priorizado la foto a la firma.


He podido intercambiar unas palabras con él, agradeciéndole su atención y diciéndole que era el mejor, a lo que me ha mirado a los ojos y sonriendo me ha dicho: ¿En serio? Muchas gracias a ti, eres un gran fan. La conversación puede parecer protocolaria o recurrente en este tipo de eventos, careciendo de originalidad, pero lo que me quedo para siempre no es el contenido, sino el recuerdo en sí de interactuación con mi ídolo.


Después de la premiere he podido compartir un pequeño momento con Ridley Scott, quien a pesar de nunca hacerse fotos ha accedido a firmar. En cualquier caso, gracias a una cámara que estaba registrando la escena en video, he podido realizar una captura cuando me estaba firmando el pack en bluray de Russell Crowe con Gladiator y Robin Hood. Ha sido justo en el instante que saltaba un flash, mejorando la iluminación de mi momento con él.


Personalmente me ha sorprendido su asistencia, desconozco si es casualidad o viene condicionada con que gran parte de Exodus: dioses y reyes haya sido rodada en España, junto a la presencia de María Valverde en el reparto. La actriz, que interpreta a Séfora en la película, ha subido el listón una vez más en su último trabajo con Ridley Scott y Christian Bale; a juzgar por el instante que he estado con ella, su trato se caracteriza por su humildad y amabilidad.


Quizás finalizar diciendo que ha sido un sueño hecho realidad puede asemejarse repetitivo cuando sucede más de una vez, es decir, no es un concepto que se suela asociar al plural. No obstante, no es falsa humildad, es el sentimiento originado a raíz de lograr algo deseado que psicológicamente parecía inalcanzable, hecho por el cual aún me es difícil concienciarme a la escritura de estas líneas, y es que, nunca mejor dicho dado el contexto del estreno, los dioses los creamos y alzamos nosotros.


Dioses y reyes.

viernes, 16 de marzo de 2007

Hannibal: el origen del mal


En Hunter se conoce su nombre, en El silencio de los corderos qué es, en Hannibal su naturaleza y en El dragón rojo su inicio. Con el origen es momento de saber el porqué.

Para entender el mal hay que retroceder hacía su origen, lo que se deja entrever por primera vez en el penúltimo libro acerca del pasado de Hannibal Lecter, se muestra ahora más claro que la nieve sobre la que muere. Sin más dilación, la trama se sitúa detrás de la máscara para hacer comprender el porqué de su naturaleza: el lado más animal y visceral desatado directamente de la parte más humana.


La película se desarrolla tomando como punto de partida Lituania en 1944, y presenta a un joven Hannibal cuya inocencia se ve destrozada fruto de la guerra, la muerte y el más atroz instinto de supervivencia. Los actos de los verdaderos monstruos desembocan involuntariamente en la peor consecuencia posible y la verdadera forma del mal se extiende del único modo como empieza: con venganza.


Para este cometido, el joven Gaspard Ulliel, interpreta al característico personaje en su edad más temprana. Se aprecia el riesgo de que, por primera vez después de Brian Cox, no sea Anthony Hopkins quien le ponga rostro a Lecter, hecho que casi obligatoria e inconscientemente lleva al actor a sobreactuar y a la película a cuarto lugar, solo por encima de Hunter. Si bien dada la cronología no es posible una breve aparición de la cara más conocida de Hannibal, permanece por motivos obvios durante toda la película. La magia en ese aspecto radica precisamente en que después de ver en movimiento a Ulliel, no parece una cara nueva. Su asimilación del papel da pie a reconocer al personaje ante su total ausencia, pero se hubiera agradecido una breve aparición de Hopkins para enlazar la saga y cerrar el círculo, así como bien acertada es la última escena de El dragón rojo, o el desenlace de la última novela de Thomas Harris, haciendo referencia a la instalación de la consulta en Baltimore. De hecho inicialmente el actor galés y conocido Sir iba a narrar los acontecimientos, hecho que al final no se produjo, al igual que el encuentro con Ulliel para un intercambio de impresiones, debido a problemas de agenda. El resto del reparto cumple gratamente, destacando sobre todo a Rhys Ifans, quien ejerce de absoluto némesis en la historia.

A pesar de que las siguientes características no parecen de una precuela, la trama se desenvuelve sobre ella misma con gran astucia a la hora de tratar los acontecimientos sin ataduras de ningún tipo, de hecho y por ello, se vuelve una película dirigida hacia auténticos seguidores del personaje, factor que incide en la percepción de la calidad de la misma. Este hecho se ve caracterizado principalmente porque ha sido el escritor y creador original, quien adapta y acaba de pincelar para el filme la historia ya conocida de antemano en el libro de Hannibal. Guiños tales como ponerse una máscara parecida a la que lo recluya de cualquier ataque en su reclusión y referencias en el tiempo como las escuchas de las variaciones de Goldberg que, posteriormente escucharía antes de su huida e interpretaría en su estado de hibernación, hacen de esta película un viaje en el tiempo de la mente del caníbal más conocido de la historia. La banda sonora ayuda de forma ambiental y sin destacar demasiado a cubrir esa puesta en escena.

A pesar de la connotación explícita que pueda sugerir la película, la crudeza e impacto radican más en el propio planteamiento de la misma. Lo que nunca se ha visto del buen doctor, dada su frialdad y ausencia de culpabilidad y sentimientos, toma forma más que nunca en una víctima sufrida, sentida y conducida al descontrol: un camino que desemboca en un no retorno en un punto de inflexión que obliga a una decisión tomada precipitada y visceralmente, que repercute sobre toda una vida en la que la total ausencia de perdón define toda una trayectoria.

Quid pro cuo.