viernes, 19 de julio de 2013

Enriquecido


Enrique San Francisco no necesita presentación: su fama le precede. Al igual que no sorprende que mientras hace el monólogo se tome una cerveza, tampoco lo hace el hecho de que haya tenido que salir en silla de ruedas debido a una caída reciente; él es así, y quien va a verle es porque le conoce bien. Ha sido una hora intensa y sin pausa de pura sabiduría, aunque la duración ha sido más breve de lo esperado, el cinismo e ironía concentrados de los que hace gala han hecho que valga la pena. Es un personaje que tiene el gran privilegio de conseguir hacer reír con su mera presencia, el abrir la boca es el punto final y la confirmación de lo inevitable: no creo que nadie se lo quisiera encontrar en un funeral. Me ha mantenido sonriendo hasta al final, cuando al salir con la silla de ruedas y apoyarme en ella para hacerme la foto, me ha preguntado mientras me acariciaba el pelo si quería una para mí para estar más cómodo.


Sin remedio.

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